jueves, 26 de febrero de 2009

ARTICULO DE SERGIO DIEZ BERART DESDE CATALUNYA

Sergio Diez Berart
Doctor en Ciencias Físicas
Profesor en la Universitat Politécnica de Catalunya
Visitant Scientist en la Universidad de Kent - EEUU



"MARICON EL QUE NO RECE"

El domingo pasado tuvo lugar la ceremonia de los Oscars. Aquí se recordará como la consagración definitiva de Penélope Cruz, que se llevo el galardón a la mejor interpretación femenina de reparto. Obviamente, fue un gran momento para el cine español. Sin embargo, hubo un momento que a mi me conmovió y el cual a pasado prácticamente desapercibido tanto en España como en los mismos Estados Unidos, al menos en la prensa.
Sean Penn, elegido mejor actor por segunda vez en su carrera, hizo un alegato a favor de la libertad y, como no, en contra de todos aquellos que, disfrazados como garantes de la moral y de la seguridad de los hombres, se muestran reacios a avanzar en el camino de una sociedad mas justa e igualitaria.
El actor de Santa Mónica da vida al político y activista homosexual de las décadas de los sesenta y setenta Harvey Milk, en la película que lleva su nombre ("Milk", en versión original, "Mi nombre es Harvey Milk", en los cines de nuestro país). Durante la consabida dedicatoria del premio, agradeciendo a colaboradores, amigos, familia, etcétera, lanzó un mensaje "a aquellos que votaron en contra del matrimonio homosexual, para que recapaciten sobre su postura y la vergüenza que sentirán en la mirada de sus nietos si continúan apoyando ese ideal. Debemos tener los mismos derechos para todos". Entre el público, Dustin Lance Black, que poco antes había recogido el oscar al mejor guión original por la misma película, apenas podía reprimir las lágrimas. Como gay, sin duda conocía el tortuoso camino trazado por una sociedad siempre homófoba, aunque cada vez menos, afortunadamente.

La homofobia no es nada nuevo, existe desde que existe la homosexualidad. Ya se sabe, esa tercera ley de Newton de la acción y la reacción. Primero, el hombre siempre a sentido miedo de lo diferente, de lo que no comprendía. En el caso de los misterios naturales, la solución fue crear la religión. Los Dioses explican lo inexplicable y así todos contentos. En el caso de los misterios sociales, la solución siempre ha sido el garrotazo y tentetieso. Y casi siempre ligado a la religión. El que es diferente lo es por castigo divino, por lo tanto no es bueno y hay que acabar con el. No hace falta que recuerde el cruel episodio de Sodoma y Gomorra que se detalla en La Biblia.

Las mujeres saben de que va todo esto, siempre han sido consideradas inferiores bajo el auspicio de los poderes religiosos, como no. Al menos la mujer es necesaria para engendrar varones y por eso se le ha consentido vivir con el hombre. Los homosexuales lo han tenido peor, lo cual ya es difícil.

Los tiempos cambian. En la actualidad hay ya unos cuantos sitios donde ser gay, lesbiana, bisexual o bombero torero no le importa a mucha gente y eso se ha demostrado con la despenalización de las conductas homosexuales o con la nueva ley del matrimonio. Por cierto, no mucho tiempo ha pasado desde que las mujeres pueden votar. Pero seamos realistas. Esto no es algo generalizado. Muy pocos países disfrutan de estos derechos. En Europa Occidental, así como en partes de los Estados Unidos, los gays pueden, relativamente, vivir en paz, salir de fiesta, vestirse de locas si les viene en gana y besarse en público. Siempre habrá algún desgraciado que ponga el grito en el cielo y es verdad que las agresiones no han cesado, pero la situación no es tan nefasta como lo era hace algunos años. Y es lógico pensar que, con el tiempo, aún habrá mejoras y se podrá llegar a una igualdad plena entre homo y heterosexuales. Para ello, hay ciertos sectores de la sociedad que deben adaptarse a la realidad actual, pero el mas importante, por la relevancia que tiene, es la Iglesia (entiéndase la jerarquía religiosa, ya sea cristiana, musulmana, judía o adoradora de la Boñiga de Oro).

En nuestro caso, no se puede negar los valores positivos que el Cristianismo a depositado en Occidente y en todo el mundo, empezando por El Amor, que es el mensaje derivado de las enseñanzas, reales o ficticias, de Jesús. Esto es algo que, sin ser creyente, agradezco de corazón al Cristianismo. Pero claro, una cosa es la idea germinal de esta religión y otra muy distinta la depravación que han cometido sus jerarcas a lo largo de los siglos. La Iglesia no es más que un centro de poder, probablemente el más poderoso del mundo, donde obviamente hay muchas personas que se dedican por completo a ayudar a los necesitados, pero donde los que mueven los hilos están bien alejados de los problemas reales de la humanidad. Podría quedar aquí, y a nadie importaría. No obstante, estos mismos salvadores de almas, se dedican a arremeter contra todo lo que se aparta un milímetro del dogma que tienen implantado en sus cerebros. Y esa cruel falta de responsabilidad lleva a que mucha gente, que vive bajo el yugo de unas creencias de hace milenios, se conviertan en instrumentos en pro del orden establecido, propiciando en muchos casos su propia destrucción como individuos.

Uno de los casos más flagrantes, es el de la homosexualidad. Se empeñan en decir que es anti-natural, que es una depravación, una desviación, una enfermedad... Y lo mas asqueroso y vomitivo es que son causantes de esas alteraciones mentales que muchas generaciones de homosexuales han sufrido y siguen sufriendo, al verse retratados como demoniacos por la religión que les ha educado y provocando en ciertas ocasiones esos suicidios juveniles que, encima, tienen el rostro de atribuir a la homosexualidad en si, cuando los únicos culpables han sido el Papa y sus secuaces.



Sergio Diez Berart

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